En esta oportunidad con la iniciativa de Fundación Plan, nos dimos a la tarea de acercar a los hombres de sus oficinas en todo el país, a las reflexiones de género desde su propia identidad masculina. Desde
la metáfora de mirarnos al espejo los participantes logran hacer evidente el proceso
de convertirse en hombre y avanzar frente a sus primeras aproximaciones para
definirse desde el orden
biológico a la explicación de ser desde el desempeño social más loable,
“Padre de Familia”, Al ser superadas se logro ir más allá de la explicación
genética e ir encontrando en el recorrido de su vida, el peso de los referentes
culturales propios de la época y de uno que otro hombre que en la mirada de la
interacción social del pasado dejaron huellas en lo que ellos definieron su
masculinidad.
Los recorrido por la historia personal de
cada uno de los participantes desde su infancia, pasando por la juventud y llegando
hasta la adultez, recupero de la memoria esos hombres que se referencian en la construcción masculina individual
y cuales fueron esos momentos que marcaron
como acontecimientos en el significado de ser hombre. Abrir los ojos y contarse
ante el espejo su historia, permitió recrear algunos personajes llenos de
trascendencia y significado:
“Si
hubo gente muy valiosa, un sacerdote en
el colegio donde estudié, le dije a los diez años de edad, yo quiero ser
sacerdote, entonces el tipo me sentó un día en el parque, y me dijo: vea, yo
soy hermano porque en el pueblo de España donde yo nací solo tiene un hombre,
“hombre” por eso es que lo traigo a colación, solo tiene tres opciones: ser
cantante, ser futbolista o ser cura. No tengo voz, me lesioné la rodilla,
adivine que quedó…”, me dijo piénselo, tome tiempo… tranquilo, vívalo" (voz participante).
Siempre estamos en conversaciones con otros
hombres, pero transitamos en conversaciones lejanas a lo vital, Para el momento
del taller, y luego de realizar las reflexiones concernientes a los ejercicios
anteriores, se hizo la invitación al
grupo para ver a los hombres a los ojos y encontrar en ellos al ser humano, al
que puede conectarse con la vida y que requiere comunicar desde su intimidad
los dolores, los miedos, las frustaciones, las angustias, los sueños, las
emociones y los amores. Un momento para quitar las corazas propias y las
corazas con que asumimos al otro, perder el temor a vernos humanos, sensibles y
vulnerables y que cada uno pueda hacer una reflexión sobre lo vivido en el
encuentro del día.
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