Arreglos de Género: Fractal y encrucijada de la
negociación de la sexualidad durante conflicto armado.
Por Román Alexis Huertas Montoya
"Preparado para presentar en
el Congreso 2018 de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, Barcelona,
España del 23 de mayo al 26 de mayo de 2018"
La
Fundación Ideas para la Paz FIP y el International Development Research Centre -
IDRC de Canadá, durante la investigación sobre condiciones de seguridad de población
LGTBI en regiones colombianas afectadas por
conflicto armado indagando por las continuidades y discontinuidades de
violencias por razones de género y orientación sexual, logra identificar de
cara al proceso de construcción de paz - que se sitúa en la implementación de
los acuerdos firmados con las FARC EP- pistas
de como acercarse y responder a la necesidad de promover y garantizar
los derechos de las personas LGBTI en Apartadó, Tumaco y Bajo Putumayo (Puerto
Asís y San Miguel). Territorios que experimentaron de manera particular y
exacerbada las situaciones del conflicto armado.
El
proceso diagnóstico que permite identificar condiciones de seguridad de
personas con identidades de género y orientaciones sexuales no hegemónicas o
disidentes a quienes se refiere como la población LGBTI,
muestra que se puede establecer la existencia de factores asociados en la
ocurrencia de las violencias que sufren las personas con dichas identidades de
género y orientaciones sexuales; llevando
a reflexionar en el marco de la investigación sobre qué ha significado
para estas personas, afrontar las condiciones de vida que se dieron durante el
conflicto armado y los retos que subyacen en la transición hacia el
posconflicto. De alguna manera es la oportunidad de aproximarse a las
vicisitudes propias de emerger y asumirse como sujeto político con una
identidad de género y orientación sexual no hegemónica entendiendo que esto
interpela la lógica que disciplina/controla la reproducción y el cuerpo;
haciendo del sexo y el deseo sendos dispositivos que confrontan el orden,
Cabezas y Berná (2013) reafirman “la sexualidad como producto pero también
productora de relaciones de poder, cuyo análisis revela problemas políticos
centrales para comprender las violencias sexo-genéricas y otros problema
políticos contemporáneos” (Cabezas, A.; Berná, D. 2013. pp.774).
METODOLOGÍA
Este
propósito ha implicado retos metodológicos en cuanto a la búsqueda de
ejercicios que permitieran hacer una labor interpretativa del pasado, que
cumplieran con los criterios de ser eficientes en los tiempos de la
investigación, coherentes con las posibilidades territoriales y pertinentes en
términos de seguridad y acción sin daño.
Metodológicamente
alcanzar ejercicios de reconstrucción de memoria con la población LGBTI; que
permitiera entender que implicó la acomodación en los diferentes momentos o
transformaciones del conflicto; pasó por
afrontar retos frente a la construcción de confianza en el abordaje de temas de
violencia sexual, el generar credibilidad en el proceso en función de
garantizar la permanencia durante la investigación y contrarrestar factores de
riesgos derivados de la participación en la visibilización de las condiciones
de seguridad y ciudadanía que deben sortear las personas LGBTI en función de
los arreglos de género (Centro Nacional de Memoria Histórica. 2017).
La
aproximación a la población LGTBI se hizo con la mayor prudencia, entendiendo
que antes de visibilizar a las personas era necesario establecer las
condiciones de seguridad que se dan de acuerdo al orden local en cada
territorio, rastreando episodios de violencia, amenazas y delitos que involucraran
a dicha población. Igualmente fue
importante reconocer la relación que se da desde la institucionalidad del
estado, para con las personas o movimiento LGBTI, identificando la existencia
de políticas, programas, proyectos y medidas institucionales que permitan la caracterización,
registro y atención de esta población.
Así,
siguiendo pasos en una misma ruta, se inició indagando en las conversaciones
con actores clave (funcionarios del estado, cooperantes, líderes y lideresas)
que menciones se hacían de personas LGBTI en el territorio. En la medida en que
aparecían detalles en las conversaciones, se logró levantar información de referencia
sobre esta población: aspectos de su dinámica, lugares donde ubicarles,
iniciativas o procesos organizativos en los que participan y personas líderes
de la comunidad.
Contando
con una primera información de referencia, el paso a seguir en la ruta fue
lograr la identificación de las personas, los procesos e
iniciativas de organización social en torno a la población LGBTI, bien desde los
escenarios de ocio/socialización, las expresiones artísticas, folclóricas o
religiosas y consecuentemente los procesos de participación, formación política
e incidencia.
Por
último y como máximo nivel de aproximación se estableció el contacto,
es decir la posibilidad de hacer un abordaje directo que permitiera contar con
narrativas y experiencias de vida de las personas LGBTI que habitan los
territorios; que pudiera hacer inferencias con un mayor nivel de validez al
querer definirles como actores sociales.
La
ruta de aproximación marca una búsqueda de señales de reconocimiento local de
las personas LGBTI que finalmente se concretó en una escala de posibilidades para
encontrar información sobre cada una de las iniciales del acrónimo:
REFERENCIA:
información con detalle de personas que se asumen LGBTI, constituyendo esto en
un mínimo del reconocimiento por parte del territorio hacia estas identidades.
IDENTIFICACIÓN:
Lograr identificar personas que se reconocen bajo alguna de las siglas del
acrónimo.
CONTACTO:
Abordaje directo y personal para indagar sobre su actuar como actor social. En
cada territorio las condiciones particulares fueron determinando las
posibilidades para reconocer a las personas que responden a cada sigla del
acrónimo. Apartadó cuenta con un proceso
emergente donde confluyen personas LGBTI que buscan fortalecer su iniciativa
organizativa. Tumaco cuenta con una organización LGBTI que reseña el proceso de
organización social desde mediados de los años 80, y a la fecha promueve un
enfoque LGBTI territorial, étnico -afro. En el Bajo Putumayo existen referencias
de población e iniciativas organizativas LGBTI en el municipio de Puerto Asís
–ninguna con éxito-.
Aun
contando con experiencias de iniciativas de organización social en los tres
territorios, no fue posible en todos los casos identificar y hacer contacto con
personas que se identifiquen con cada una de las siglas del acrónimo. Dejando
situada la pregunta de ¿por qué es posible reconocer algunas
identidades/orientaciones y otras no?
Posibilidades
de: referencia,
identificación y contacto
de personas LGBT.
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La
validez o no como actor social de las personas Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transgénero
e Intersexuales, en contextos permeados por el conflicto; encuentra un
principio y punto común de partida para asumirse legítimo en cualquier relación,
el ejercicio del reconocimiento.
De
allí que cobre sentido en el levantamiento de información inicial en cada uno
de los territorios, la búsqueda de señales de reconocimiento en una escala de
posibilidades de encontrar información para cada una de las iniciales del
acrónimo.
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Apartadó
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Bajo Putumayo.
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Tumaco
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LESBIANAS
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Contacto
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Referencia
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Contacto
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GAIS
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Contacto
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Contacto
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Contacto
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BISEXUALES
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Contacto
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TRANSEXUALES
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Contacto
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Referencia
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INTERSEXUALES
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Las
posibilidades de referencia, identificación y contacto de la población LGBTI en
cada territorio, favoreció el levantamiento de información, por ejemplo, con la
elaboración de cartografías de riesgo y percepción de lugares seguros o
inseguros para la población LGBTI de manera desagregada y la triangulación de
esta información con datos arrojados por una encuesta de percepción de
seguridad y tolerancia de las violencias basadas en género que se aplicó a
diferentes grupos poblacionales. Esta triangulación de información mejora la
comprensión territorial de factores asociados a las violencias que sufren las
personas y como se establecen las condiciones de seguridad para población LGBTI.
HALLAZGOS
El
rastreo de los antecedentes normativos llevó a reconocer como en Colombia
durante casi 50 años, entre las décadas de 1930 y 1980 las expresiones
homo-eróticas eran un delito de acuerdo al código penal colombiano, -el
artículo 324 señala: “El que ejecute sobre el cuerpo de una persona mayor de
diez y seis años un acto erótico-sexual, diverso del acceso carnal, empleando
cualquiera de los medios previstos en los artículos 319 y 322 está sujeto a la
pena de seis meses a dos años de prisión. En la misma sanción incurren los que
consumen el acceso carnal homosexual, cualquiera que sea su edad” (Congreso de
la República de Colombia, 1936) -, como correspondía a una sociedad
conservadora y tradicional que devenía de principios y valores morales judío
cristianos, que determinaban los órdenes de género desde lógicas patriarcales y
la valoraciones sobre el ser hombre y ser mujer estereotipados desde símbolos
culturales coherentes al dogma dominante y desde una noción dicotómica/disociada
de la sexualidad; que se reconoce desde
su argumentación en el ámbito reproductivo o su referencia a propósito de la
trasgresión de las “buenas costumbres”, pasando por lo inmoral, antinatural y pecaminoso.
Si
bien Colombia como país despenaliza la expresión homo-erótica en 1986, y
ratifica el reconocimiento de la garantía de derechos a personas con
identidades de género y orientaciones sexuales disidentes en la constitución
nacional de 1991 en sus Artículos 13 y
16;.
Estos eventos de orden nacional coinciden con el recrudecimiento del conflicto
armado en territorios como Apartadó, Tumaco y Bajo Putumayo; marcando aquí
fractales de la realidad en la negociación de la sexualidad en función del
lugar donde se habita y los actores que determinan el orden local
Esto
significó, que el impacto de las adecuaciones y modificaciones de orden
normativo, jurídico y legislativo experimentado como país, impactara de
diferente manera las ciudades capitales: Cali, Barranquilla, Medellín y Bogotá. Donde se dio un espaldarazo e impulso a la
organización social en función de exigencias como sujetos de derechos y en
ejercicio de la ciudadanía. En contraste con zonas rurales; alejadas, con baja
eficacia por parte del estado, en zonas de frontera y con un alto impacto del
conflicto armado. Allí donde finalmente la posibilidad de existencia y
reconocimiento se dio de acuerdo a la regulación, control y margen de
negociación con el actor armado que hacia presencia y mayor influencia local.
De
acuerdo con lo expresado por Naciones Unidas: “Son importantes las
características específicas del contexto de cada país y situación. La situación
no es necesariamente la misma para las personas lesbianas, gais, bisexuales y
transgénero (e intersexual), a pesar de que los derechos humanos son inherentes
a todas las personas sin distinción; la situación no es homogénea sino
heterogénea.” (ONU. 2017. pp 8).
Desde
los antecedentes normativos que como país se evidencian, es posible situar una
referencia sobre aspectos que marcan los órdenes locales y como en la realidad
territorial se llega a determinados arreglos de género y negociaciones en
cuanto a las expresiones de las identidades y la orientación sexual. Bajo la lente de los arreglos de género, es
posible interpretar la paradoja que resulta al analizar el devenir del sujeto
criminalizado y patologizado como lesbianas, gais, bisexuales, trans; que
durante el conflicto crecieron obedeciendo a múltiples determinantes de vida:
pobreza, inequidad, negación del reconocimiento, falta de respeto por la vida.
Y que actualmente afrontan la posibilidad de ser reconocidos como sujetos
políticos, portadores de derechos y sujetos activos en la dinámica social. Determinar la posibilidad de su
reconocimiento, el desarrollo humano, desarrollo económico y su agenciamiento
social como LGBTI, pone en el centro los arreglos de género y alrededor de
ellos la encrucijada que se configura al reconocer las múltiples concesiones,
renuncias e intercambios por parte de las personas LGBTI; ante los diferentes
actores sociales para poder expresar y vivir su sexualidad.
La
investigación ahonda en arreglos de género, y arroja diferentes lecturas del
control que los actores armados ejercieron para regular la vida en cada
territorio, afectando de manera diferente las relaciones humanas, la sexualidad
y la expresión de género de personas LGBTI. Muchas veces representando alguna
funcionalidad de estos sujetos con orientaciones sexuales no hegemónicas que
era aprovechada por el actor armado dominante, en cuanto a servirle para la
demostración de poder, las expresiones de prácticas violentas como castigo a la
contravención de los arreglos de género estipulados y la regulación desde el
amedrentamiento y la amenaza de lo diferente.
“con respecto a los narcos, por lo menos, le pagan a un gay hombre para que sea el mejor amigo de la mujer… tenía que ser un gay bonito, bien pulcrito, y que se le notara bastante que era gay. O sea, como dice vulgarmente, que botara la pluma, para que estuviera con su mujer”.
Acerca cuando los “paras” tenían mayor presencia en el casco urbano. Había muchas casas abandonadas de guerrilleros y para ese entonces un hombre gay del pueblo concertó con algún guerrillero poder usar su casa abandonada. El guerrillero accedió, el hombre gay habito algún tiempo esta casa; hasta que fue señalado por los “paras” como auspiciador de la guerrilla y fue brutalmente asesinado
Entrevista líder Gay - Bajo Putumayo
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En
este sentido, es posible referenciar como la negociación de la sexualidad en un
territorio como Apartadó, que ha experimentado varios procesos de desarme y
desmovilización con diferentes actores armados entre guerrillas[4]
y paramilitares [5]; se
perdió de vista el impulsar procesos de transformación cultural que
desnaturalizara o contrarrestara la incorporación de determinadas prácticas
asociadas a un orden de género que
responde a estereotipos de masculinidad y feminidad desde la expectativa y demanda
de modelos guerreros de masculinidad
para los hombres, y de valoraciones de una feminidad tradicional expresada
desde las estéticas narcotraficantes para las mujeres.
Esta condición propia de Apartadó arroja
como una posible consecuencia de la reproducción de dichos paradigmas de
género; que en la actualidad se muestre un cierto status de ciudadanía
LGBTI. Y al intentar sustentar
coherentemente un status de ciudadanía se hace necesario reconocer que tanto se
cumple con los elementos constitutivos de la ciudadanía, que de acuerdo con
García y Lukes (1999) se refieren a la posesión de derechos; la pertenencia a
una comunidad o cultura nacional y la participación en la vida pública como
grupo social. (Citado en Cabello. 2014. pp 29).
Así el status de ciudadanía referencia en estos territorios hace
precaria su participación y reconocimiento como actor valido en la
interlocución de temas públicos como la seguridad, la inversión social y el
acceso a recursos. Situando a las personas LGBTI en lugares comunes a los
estereotipos del hombre gay estilista, la mujer lesbiana camuflada en una
vivencia como mujeres hetero de avanzada, abiertas a un ejercicio la sexualidad
más liberal; y unas mujeres trans destinadas a sobrevivir en ejercicio de
prostitución.
Desde
dichas enunciaciones sortean el bullyng cotidiano infringido por “la gente de
bien”, el chantaje/explotación sexual y el robo a manos de las pandillas en los
barrios por ser un hombre gay, como mujeres lesbianas implica sufrir el acoso
sexual sustentado en fantasías estereotipadas de los hombres en los espacios
públicos, la discriminación en entornos laborales y la amenaza de sufrir
violencia correctiva. En cuanto a las mujeres trans, ellas deben sobrellevar la
discriminación, la explotación sexual y la prostitución; adecuando sus rutinas
de vida a la noche y la asignación de espacios públicos específicos para su
visibilidad, movilidad y comercio.
Las
negociaciones alrededor de los arreglos de género durante el conflicto armado
no se dan de la misma manera y bajo la misma lógica en todos los territorios.
Las situaciones cotidianas específicas que dan forma a las realidades
experimentadas por hombres y mujeres se encuentran asociadas al nivel de
incidencia que puede llegar a tener diferentes actores en los territorios.
“Yo estuve como en tres limpiezas
que hicieron, y supe que una de ellas fue armada por un grupo de vecinos que se
armó para sacarlos. Y eso fue en el Obrero que se estaba llenando de población
LGBTI en el parque de ellos, entonces los vecinos no les gustó, se armaron
y empezaron a matarlos ahí en el mismo parque. Lo otro, ya era de los
paramilitares, y lo otro si no, estaba más chiquita, porque no me acuerdo, o no
le puse atención tampoco”.
Entrevista Líder
Lesbiana Apartadó
La
experiencia de un territorio como Tumaco, muestra que a partir de sufrir los
efectos catastróficos de un Tsunami -diciembre de 1979-, que arrasó una parte
importante del poblado, la comunidad emerge como actor clave, que posee una
identidad colectiva como pueblo afro y que asume la responsabilidad de
reconstruir el tejido social. Bajo este escenario algunos jóvenes gais de la
época entran en la negociación de un arreglo de género que les hace posible
visibilizar su orientación sexual alrededor de los grupos artísticos que
fomentan la reconstrucción social a partir de la recuperación de expresiones
culturales de danza, cantos/alabados, ritos fúnebres y el arreglo de altares.
“con un grupo de compañeros y amigos de Tumaco, pero
también de otros municipios y veredas que llegaron al territorio, por muchas
razones llegaron aquí muchachos. Entonces tenemos el caso de un compañero
también de la comunidad, bailarín,
gestor cultural, igual también con mi persona, entramos a nutrir esos espacios
culturales, que fue un espacio que nos abrió la puerta, fue el espacio que
nunca nos preguntó, nunca nos cuestionó.
(...) como las consentidas, los consentidos de los grupos, los muchachos. Y ahí
fuimos creciendo, pero también fuimos también estudiando, preparándonos para la
vida. Entonces ahora son maestros, docentes, y que hoy simbolizamos para las
nuevas generaciones un ejemplo de vida.”
Entrevista líder Gay Tumaco
Actualmente
los procesos organizativos de la comunidad LGBTI en Tumaco, responden a un
enfoque étnico racial y son impulsados/liderados por algunos de los jóvenes
gais de aquella época de la reconstrucción de Tumaco. Desafortunamente, las
condiciones que se dieron en ese momento solo abrieron esa oportunidad de
negociación para los hombres gais; dejando por fuera al resto de
representaciones del acrónimo, principalmente las mujeres lesbianas y personas
Trans.
Las
negociaciones alrededor de los arreglos de género hacen pensar en qué
consistió/como se dio la transacción por parte de las personas LGBT. Ante la
posibilidad de existir y ser, se terminó cediendo en garantías de vida,
libertad de expresión desde las identidades de género e incluso llegar a
aceptar el ser relegados/as a ciertos espacios sociales, muy cercanos a la
criminalidad y las economías ilegales.
Factor que muestra un cierto status
de ciudadanía, que si bien se anticipa
“precario” en su alcance de incidencia e incluso en su efectiva
participación en los asuntos públicos como la seguridad; sí se presenta
funcional a la dinámica impuesta por el
actor armado que regulaba el territorio, y que asumió mantener un
determinado orden de género que obedece en algunos casos, a acuerdos previos sobre los roles y la
sexualidad de hombres y mujeres; argumentados desde postulados religiosos y
bajo el estigma de la patologización.
Hombres
gais que fungían como personas de compañía de esposas y mujeres de los
narcotraficantes y paramilitares, cumpliendo una labor de control sobre estas
mujeres, bajo el sofisma de los arreglos estéticos necesarios para exaltar su
feminidad de manera permanente.
Mujeres
lesbianas que sirvieron/sirven para proyectar en ellas y sobre su cuerpo, las
“fantasías masculinas”; aquello que los hombres desean cumplir desde su
sexualidad, respondiendo a un modelo de masculinidad que implica la disposición
irrestricta de su cuerpo para la insinuación de encuentros sexuales bien desde
el argumento de una sexualidad más abierta “open mind” o bajo el sofisma y/o
amenaza de la violencia correctiva.
Por
su parte las personas Trans - principalmente mujeres Trans-, son arrinconadas
no solo por la discriminación en función de su expresión de género. Además, sufren
y viven bajo el estigma de la prostitución, relegadas a la noche como
posibilidad de expresarse más libremente en el espacio público y en dinámicas
que en muchas ocasiones puede ser asociada con las economías ilegales.
Finalmente,
allí se materializa la encrucijada en la negociación de la sexualidad, las
condiciones de seguridad se van a dar en la medida de ceder condiciones para el
ejercicio de la ciudadanía y la garantía plena de derechos. Los resquicios
donde los órdenes locales les permitieron existir a las personas con
orientaciones sexuales no hegemónicas durante el conflicto; son a su vez conquista
de una lucha de resistencia por ser disidente de una sexualidad hegemónica y el
de otro lado el estandarte del sometimiento que hoy portan y desde donde hoy
deben protagonizar luchas por una ciudadanía plena y la exigibilidad de
derechos que nunca se han garantizado, ni gozado; corriendo incluso el riesgo,
de no salir del resquicio que propicio
el conflicto y asumirlo como caverna “segura” de una existencia enmudecida.
CONCLUSIONES
Hoy
en Colombia luego de experimentar el desarme y la desmovilización de las FACR
resultado del acuerdo de paz firmado con esta guerrilla, es posible aproximarse
a una realidad oculta, sin registro, sin memoria, en territorios lejanos,
fronterizos y con dinámicas urbano/rurales. Esta posibilidad permite
identificar sendas brechas entre la proliferación de normas y medidas jurídicas
sobre asuntos LGBTI, su reglamentación y aplicación. Y aunque existan
desarrollos en referencias normativas nacionales que impulsan dicho cambio,
alcanzando otro lugar de enunciación cultural, aún prevalecen paradigmas
anclados en el colectivo social que se sustentan en el binarismo de género, la
heteronormatividad y el cisgenerismo.
Consecuentemente las transformaciones culturales desde las prácticas, así como
el cuestionamiento de los paradigmas y estereotipos de género no responden a
los cambios que se impulsan y garantizan desde las normas.
A
la luz del Acuerdo de Paz fue posible como país develar una dura realidad, la
guerra ha servido de incubadora perfecta para mantener, reproducir patrones de
género discriminatorios, que favorecen la exclusión y que fueron establecidos
antes del conflicto armado. Aprovechados por el actor armado para la
demostración de su poder, la regulación de las relaciones, vidas y cuerpos de
hombres y mujeres. En algunos casos demostrando brutalidad, sevicia y desborde
en la expresión violenta en sus dispositivos de regulación, que terminaron
siendo argumentados desde la eficacia en el cumplimiento del orden “los valores
y las buenas costumbres”; dejando la sensación de la efectividad del castigo y
con esto una errada noción/sensación de justicia. Coincidiendo esto con lo
expresado por la Defensoría del pueblo, cuando sostiene que el ordenamiento
social de nuestro país esta soportado por las relaciones, roles y
comportamientos de género; que subyacen en la construcción colectiva de todos y
todas; produce estereotipos y prejuicios que se ven fortalecidos en los
territorios y zonas donde se ha desarrollado el conflicto armado (Defensoría
del Pueblo, 2015).
La
inclusión del enfoque de género en el acuerdo de paz, despertó la reacción de
los sectores sociales religiosos, más conservadores y tradicionales; que mantienen posturas radicales frente a la
sexualidad, las expresiones de las identidades de género y la garantía de los
derechos de la población LGBTI, demostrando como al correr el velo de la guerra
se hicieron presentes negociaciones de un mayor espectro frente a los acuerdos
de género, haciendo evidente que lo acontecido en los territorios es un fractal
de la realidad de un país que a nivel nacional se está jugando un nuevo orden,
con nuevos actores políticos, pero también nuevas estructuras criminales que
llegan donde antes estaban las FARC y donde aún no hace presencia efectiva el
estado colombiano. En este reordenamiento los temas relacionados con los
derechos de la población LGBTI que en su momento estaban en favor de
garantizarlos era estrategia para conseguir adeptos políticos y generar
movilización social; hoy juegan en un sentido contrario, se atraen adeptos en
las contiendas electorales prometiendo limitar las libertades y el reconocimiento
de derechos LGBTI.
La
encrucijada es total, los arreglos de género que están en negociación ante la
transacción a unas minorías que representan a un sujeto político, que en menos
de 40 años pasó de la criminalización, a la garantía de derechos, y desde este
lugar de enunciación se pone frente a una sociedad amenazante, que sigue
ofreciendo en la negociación lugares marginales a cambio de hacer efectivo
algún nivel de reconocimiento. Un lugar del cual no se puedan escapar y sirvan
para exorcizar los miedos que tenemos como sociedad a una humanidad diversa.
BIBLIOGRAFÍA
·
Centro Nacional de Memoria Histórica.
(2017). La guerra inscrita en el cuerpo. Bogotá: Centro Nacional de Memoria
Histórica.
·
Defensoría del Pueblo. (2015) Informe de la defensoría del pueblo “Voces
Ignoradas”, La situación de personas con orientación sexual e identidad de
género diversas en el conflicto armado colombiano. Bogotá. Defensoría del
Pueblo
·
Maya L. (2016). La otra cara de la exclusión: las victimas LGBTI del conflicto armado
colombiano (Tesis de pregrado). Universidad del Rosario. Bogotá. Colombia.