Con participantes lideres, de municipios
del Oriente de Caldas y de Cundinamarca, miembros del Consejo de Equidad
de Género y otros procesos que acompañan el PDP – MC, se fue abriendo camino y emergió
en clave de hallazgos elaboraciones y
aprendizajes de grupo, este abordaje
innovador en el tema de las masculinidades.
Cada encuentro con el grupo pudo leerse en
sintonía con iniciativas que se esfuerzan por afectar estratégicamente las condiciones culturales
que mantienen y perpetuán concepciones del ser hombre y mujer que favorecen las
violencias, haciendo consiente, visible y comprensible construcciones
socio-culturales de género que involucran tanto creencias, como prácticas y
valoraciones de los roles, que se
traducen en identidades normativas, construidas como un sistema binario, en
oposición, que se transmiten a manera de mandatos en la familia, la escuela,
los medios de comunicación y demás instituciones de socialización y que se
constituyen en pilares de la feminidad y
la masculinidad tradicional.
Mandatos
que reproducen unas relaciones de poder, o relaciones de género, que conllevan
desigualdades y que son soporte de todo un sistema social: el patriarcado, lograron emerger en las conversaciones con
los participantes y el equipo facilitador, en momentos sensibles donde las
historias personales sirvieron de ruta y camino para avanzar en el desarrollo
del encuentro. El ser “caballeroso” valorado como una característica que se
presenta en lo que nos han dicho del como ser hombres, en como actuamos como
hombres y en lo queremos ser como
hombres, es uno de los elementos que ejemplifican como en el proceso de convertirse en hombre, los factores sociales y
culturales desempeñan un papel determinante en eso que antes para ellos era "evidente biológico", la masculinidad.
Era evidente que a muchos participantes se les ha creado en el opuesto: “a una mujer
no se le permite hacer actividades de hombres y a los hombres no se le permiten
hacer actividades de mujeres”(voz participante) , limitando la experiencia humana a la
comprobación y respuesta de unos desempeños instituidos en un orden más
estructural y que deja por fuera el sentir particular y las conexiones
individuales que hombres y mujeres puedan elaborar en su interacción social.
Nos han vendido formas de ser exitosos: el que gana plata, el que se
casa, tiene hijos, el que tiene, carro, “el que tiene”. Son exigencias en una
sociedad que está basada en el consumo y la acumulación. Y desde allí se da una
presión hacia los hombres de ser los proveedores de la familia y cumplir los
mandatos masculinos establecidos por la cultura que permiten expresiones
violentas entre y desde el género masculino Parece haber una creencia en la
cultura y la sociedad respecto a los hombres según la cual, eres más hombre
entre menos humano seas, en el sentido de mostrarte más violento y no
conectarte con el dolor del otro.
Un grupo que ha
logrado hacer de sus visiones de género un aspecto más dinámico, un ejercicio
permanente para avanzar en la equidad de género al preguntarse e interpelarse por
los impactos que pueden generar en ellos y los otros y otras, creencias y prácticas de género
(masculinidades – feminidades) ya definidas. O por definir.
Con el transitar por este proceso las visiones de género, violencia y
paz que se van movilizando permiten que surjan preguntas de su tránsito. ¿Por qué los hombres para la guerra? ¿Por qué
para los hombres el servicio militar obligatorio? ¿Por qué hombres y mujeres al
servicio de un sistema de prácticas y creencias que va en detrimento de la
convivencia? Preguntas que alimentaran y
provocaran la discusión aun después del cierre de este apoyo técnico.